¿Cuáles son los ingredientes principales para que escuela y familia nos convirtamos en la "tribu del niño"?
Para educar a un niño, hace falta toda una tribu
Proverbio africano
Mucho se ha escrito sobre este tema, y, aun así, la participación de las familias en la vida escolar continúa siendo uno de los “caballos de batalla” de los entornos educativos.
¿Qué hacemos o qué dejamos de hacer para que las familias no acaben de percibirnos cómo algo inseparable en la vida de sus hijos e hijas? ¿Es que quizás no hablamos el mismo lenguaje? ¿O no les ofrecemos aquello que exactamente necesitan?
No es nuestra pretensión sacar aquí la clave, sería excesivamente pretencioso por nuestra parte, pero sí que podemos aportar algunas ideas, que seguramente las sabéis, pero a las que, probablemente, no prestamos suficiente atención.
La implicación de las familias en el proceso escolar de los niños
La herramienta principal con la que los docentes contamos es nuestra presencia, una PRESENCIA en mayúsculas, que, entre otras cosas, viene a decir que la relación se crea a partir de muchos momentos a menudo no planificados, en las entradas y salidas de la escuela, en las agendas, en las conversaciones informales… siempre que ponemos intencionalidad y conciencia.
Estos pequeños momentos pueden convertirse en semillas para una relación de calidad, confianza y de ayuda mutua, porque no lo olvidemos: los y las docentes también necesitamos, y mucho, de las familias para que nuestro trabajo dé los frutos que todos queremos.
Una sonrisa, un “me quedo unos minutos hablando”, una mirada franca, llamarles por el nombre de pila, un apretón de manos, una caricia en el pelo del niño ante sus padres… son solo pequeños ejemplos de cómo construir una relación de confianza sin casi ni darnos cuenta. De forma sutil les estamos diciendo “te veo, sé que estás aquí, tu hijo/a me importa”. Y este mensaje va calando…
Además, PRESENCIA también quiere decir una actitud determinada, consciente e intencional que facilitará, y mucho, que las familias nos perciban como unos aliados en la educación de sus hijos. Para ser más concretos, hablamos de:
- Reconocimiento: reconocer que todas las familias buscan lo mejor para sus hijos, que tienen una preocupación genuina por su bienestar y valorar el esfuerzo que hacen en su educación, sin juicios. Me hago cargo de vuestra preocupación por las notas de Jaume, buscaremos una manera conjunta de ayudarlo a superar este momento.
- Normalización: quiere decir que aquello que les preocupa entorno la crianza de sus hijos es normal, les pasa (y nos pasa) a todos los que somos padres. A veces nos hemos desenvuelto la mar de bien, otras veces nos sentimos “los peores padres del mundo”. Y no pasa nada, es normal y humano sentirse así, y no los juzgamos. Es normal que os sintáis sobrepasados cuando Laura tiene estos ataques de rabia, cualquier persona en vuestro lugar se sentiría igual, vayamos a ver cómo podemos ayudarla a calmarse.
- Validación: validar la intención con la que la familia ha hecho algo para resolver las dificultades que tienen con los hijos. Quizás la acción no ha sido la más acertada, pero la intención que hay detrás seguro que sí que lo es. Podemos cuestionar la acción, pero nunca juzgamos la persona que hay detrás. Estoy segura de que detrás del castigo que le pusiste a Said había una buena intención, pensamos otras maneras de reaccionar la próxima vez que pase lo mismo.
- Y para acabar, los pactos orientadores: no nos vamos de la entrevista, encuentro, reunión, sin un par de compromisos o “deberes” conjuntos, para llevar a cabo en casa y en la escuela. De este modo, las familias tienen la experiencia y la certeza de que la educación de su hijo/a es “cosa de todos”, y no se sienten juzgados. Durante este mes de febrero, tanto vosotros en casa como yo en la escuela, pondremos en práctica estas pautas que hemos consensuado y en marzo nos volvemos a encontrar para ver cómo han ido.
La importancia de ir todos a una
Seguro que ya os habéis dado cuenta de que la palabra “juicio” aparece en todas estas propuestas. Quizás sin darnos cuenta, sin malicia, sin ser conscientes, a veces hacemos sentir a las familias que “no están haciendo bien su trabajo de padres”, y el efecto inmediato que tiene es que estos “levantan murallas defensivas”. Cuando alguien se siente atacado, se defiende. Y además es legítima defensa.
Si nuestra actitud es de comprensión, de aceptación, y de trabajo común con el objetivo de que el bienestar del niño mejore, estas murallas se deshacen, y las familias nos percibirán como aliados, generando cada vez más una relación de mutua confianza y apoyo.
Al final, establecer una buena vinculación con las familias es un delicado trabajo de artesanía que requiere tiempo y dedicación, de ir dándole despacio la forma que queremos, de enmendar aquello que no funciona y valorar aquello que nos gusta y da resultados. Las estrategias y habilidades de comunicación no son algo que se estudie en profundidad en la Facultad, y, a menudo, para que las familias se animen, realizamos grandes actos, o pensamos actividades chulísimas, o trabajamos unos Canva de presentación del curso que son una auténtica maravilla.
Y esto está muy bien, pero no olvidemos que, simple y llanamente, la mejor herramienta para implicar a las familias somos nosotros mismas.
Un artículo de:
Irene de Luis.
Psicóloga y terapeuta familiar. Técnica del Programa Komtü.
La (no siempre sencilla) cohesión de grupos
Recuerdo que, cuando yo iba a EGB, por allá los 80, había un chico en clase, Eugeni, a quien sin ningún tipo de duda hoy en día diríamos que le hacían bullying. Nunca ningún maestro nos dijo gran cosa sobre lo que pasaba (y os aseguro que pasaron cosas que solo pensarlas se me ponen los pelos de punta). Ya se sabe, decían, son cosa de niños.
Unos años antes, la maestra, intentaba que nos hiciéramos más con Margarita… y no sé el resto, pero a mí Margarita me costaba mucho porque hablaba tan flojito que no la oía. Y cuanto más me decían de estar con ella, menos sabía estar…
Más adelante, ya a COU, compartí grupo con Marta, con la que nadie quería sentarse porque, da incluso cosa decirlo, hacía mucho mal olor…
Es cierto que en los 80 las cosas eran bastante diferentes, pero hay cosas que no cambian. Entonces, igual que ahora, la situación de Eugeni no era «cosa de niños». La seguridad de Margarita no dependía de forzar su juego con las compañeras, ni la integración de Marta al nuevo grupo era tan sencilla como conseguir que alguien se sentara a su lado.
Los maestros de entonces habrían podido hacer muchas dinámicas para trabajar la cohesión de grupo y digo, sin miedo a equivocarme, que no habrían triunfado demasiado.
¿Por qué?
Pues porque el problema de Eugeni ni era de cohesión ni era un problema tan solo de Eugeni. La causa de la inseguridad de Margarita no estaba en el grupo, sino en una enfermedad degenerativa que sufría. Y la integración de Marta quizás habría sido diferente si se hubiera podido acompañar a su familia.
Podemos, si quieres, cambiar los nombres de los protagonistas y el síntoma: «Este grupo no es un grupo, ¡está lleno de grupitos!», «La María tiene un liderazgo que no siempre es positivo», «los de 5.º B siempre se están pinchando»… y así podríamos seguir, pero, por más larga que hiciéramos la lista, todavía podríamos decir lo mismo que con Eugeni, Margarita y Marta: el problema no se soluciona con una dinámica de cohesión. es decir, el problema no se soluciona tratando el síntoma sino acercándonos a la causa que lo ha originado.
¡Manos a la obra pues! ¿Qué hacemos con estos casos que nos vienen a la cabeza? ¿Cómo saber si una dinámica de cohesión es lo más adecuada o, al contrario, necesitamos otra cosa? Pues aplicando una herramienta sencilla y que todos tenemos al alcance: la observación.
¿Cómo son las relaciones de este niño (en el aula, en el patio, en casa, en las extraescolares)? Más allá de sus actitudes/comportamiento, ¿qué expresiones emocionales podemos observar? ¿Cómo se ve a sí mismo? ¿Se quiere? ¿Se valora? ¿Hemos hablado con la familia? ¿Qué información tienen los anteriores maestros? ¿Lleva alguna etiqueta este alumno?…
Planteémoslo como un juego
Hagámonos muchas preguntas y abramos muchas hipótesis, como si fuésemos detectives. Y al acabar preguntémonos: ¿qué es lo que necesita? ¿Cómo lo puedo acompañar yo, como maestra? ¿Cómo lo puede acompañar la escuela? ¿Qué habilidades necesitamos activar?…
Y, con todo esto, establecemos un plan de acción con unos objetivos pedagógicos y una temporalización, implicamos al resto de profesionales que entran al aula, a los monitores, a la familia. Vamos todos a una, unámonos para apoyar al niño o al grupo.
Quizás realmente una dinámica de cohesión es lo que más se aviene, pero quizás hay casos en que, antes de llegar, tendremos que pasar por otros lugares. En este caso necesitaremos más tiempo, pero habrá merecido la pena.
Un artículo de:
Anna Rallo.
Psicopedagoga. Técnica del Programa Komtü.
desCONECTAR: Una reflexión de lo que hacemos y desde dónde lo hacemos
Antes de continuar leyendo el artículo, te invito a que te regales un pequeño momento, escoge si necesitas un par de minutos o algo más, cierra los ojos, observa tu pensamiento y registra de forma interna aquellas obligaciones que tienes que hacer durante tu día a día (comprar, trabajo, limpieza, cocinar, pareja, conducir…).
Durante este rato que te has regalado, has conectado con estas y otras obligaciones.
Apunta todo lo que has recordado en un papel y observa
¿Cómo te hace sentir lo que haces? ¿Con qué pensamientos conectas mientras lo haces? ¿Cómo está tu cuerpo físico al acabar el día?
Seguramente has conectado con emociones como el estrés y la ansiedad, con la autoexigencia y con sensaciones de agotamiento y cansancio físico, y te pregunto: ¿qué necesitas hacer en este nivel? ¿Qué piensas de aquello que haces? ¿Qué hay detrás de este hacer? ¿Qué pasaría si hicieras menos? ¿Desde dónde lo haces?
Demostrar demasiada exigencia con nosotros mismos, nos genera todas las emociones descritas previamente y nos reduce de forma significativa nuestra autoestima.
¿Qué nos pasa cuando vemos que no llegamos a todo?
El estrés continuado y la ansiedad aumentan los niveles de cortisol y, en consecuencia, disminuye significativamente nuestra capacidad de gestión asertiva, manteniéndonos continuamente en una sensación interna de alerta y peligro.
Para evitar esta y otras sensaciones, emociones y pensamientos desagradables, nuestro organismo nos invita a continuar haciendo, a continuar huyendo de aquello que siento y pienso. El ser humano, de forma innata, ha desarrollado una serie de estrategias como, por ejemplo: luchar, congelarse, complacer y finalmente huir. ¿Cuál crees que es tu predominante?
La necesidad de hacer, de forma compulsiva, repetitiva y con poco descanso responde a la necesidad de huir. Normalmente, las personas que desarrollan esta estrategia demuestran una adición al trabajo, pensamiento excesivo, episodios de ansiedad, dificultades para mantenerse quietos y en calma, una actitud perfeccionista, evasiva e hiperactiva. Cuando las tareas han acabado y aparece un momento, día o época donde hay menos actividad, les suele aparecer tristeza, frustración, soledad, emociones y estados que se suelen querer evitar mediante la actividad frenética del día a día.
Quizás no puedes modificar todos tus «tengo que «, pero lo que sí que puedes transformar es desde dónde lo haces y cómo te hace sentir. Para hacerlo, pregúntate: ¿a qué necesidad responde? ¿Cómo me siento haciendo esto?
Ir desarrollando conciencia de tus acciones te acompañará en tu autoconocimiento y en tu bienestar.
Un artículo de:
Josep Montané.
Integrador social. Técnico del Programa Komtü.
La Tierra, nuestra casa
Si nos imaginamos la escuela como un centro abierto, conectado con su entorno, transformador y pedagógico, nos daremos cuenta de que forma parte de la comunidad y que, a la vez, crea comunidad. Desde esta mirada, nos podemos plantear qué acciones de mejora y dinamización local podemos hacer con la Administración y entidades de los alrededores. Por lo tanto, partimos de una escuela facilitadora de aprendizajes y que es capaz de ayudar a construir una ciudadanía activa.
¿Qué puede hacer la escuela respecto al medio ambiente?
La educación es un elemento clave en la respuesta al cambio climático: tiene un papel imprescindible para que cada niño adquiera los conocimientos, habilidades, actitudes, competencias y valores necesarios para dar forma a un futuro sostenible. Educar sobre el cambio climático, el medio ambiente y el desarrollo sostenible va más allá de la clase de ciencias y supera el ámbito del aula: afecta a todos los componentes del sistema educativo, es transversal al currículum y define un modelo de aprendizaje continuo, que dura toda la vida y comprende diferentes sistemas en los que nos encontramos inmersos.
¿De qué habilidades y competencias estamos hablando?
Promoción del pensamiento crítico, metodologías de investigación de información, habilidades de resolución de problemas, y competencias para predecir acontecimientos en contextos cambiantes y para actuar de manera colaborativa, responsabilidad frente a las propias acciones, empatía hacia los otros, respeto hacia lo mío y lo de los otros… Tomar conciencia de que los recursos de la naturaleza son limitados y que debemos cuidarlos, nos hará replantear qué modelo de consumo tenemos habitualmente y cuál queremos tener.
También debemos poder reflexionar sobre los fenómenos atmosféricos cada vez más nocivos: temperaturas más altas que afectan la salud, especialmente de los más pequeños y vulnerables, tormentas más intensas y sequía grave, y cómo tenemos que aprender a protegernos ante estas situaciones.
¿Cómo podemos ir trabajando todos estos valores a lo largo de la escolaridad?
Te dejamos algunas ideas para trabajar desde:
- Área de ciencias sociales: poblaciones afectadas por el cambio climático, usos del suelo y desastre naturales, conflictos por los recursos…
- Área de lengua y lengua extranjera: comprensión lectora, argumentación, vocabulario específico relacionado con el clima, conocimiento y debate sobre las campañas informativas como forma de comunicación y sensibilización…
- Área de matemáticas: comprensión de las cifras publicadas sobre los efectos del cambio climático, probabilidades y modelos predictivos…
- Área artística: diseño gráfico y activismo, reutilización y uso de materiales reciclados en la producción artística, diseño de infografías…
- Área de tutoría o educación en valores: responsabilidad, debate, resolución de conflictos, interdependencia, empatía…
Por lo tanto, si las personas somos parte del problema, podremos ser parte de la solución. Esta mirada capacitadora y positiva respecto a nuestro futuro también es un derecho de los niños y sus familias. ¡La única acción que no tiene efecto, es la que no se hace!
Recursos disponibles:
- 11 curtmetratges pel dia mundial del medi ambient
- Educación Ambiental y Cambio Climático
- El nostre planeta, els nostres drets
- 1.001 projectes pel planeta. Suma-hi el teu! | Propuesta para crear un cuaderno de misión para toda la clase, en el que se establece un objetivo conjunto para el medio ambiente con los compromisos y metas de cada participante.
Días para actuar:
- 30 de enero: Día de la Paz
- 22 de marzo: Día del Agua
- 22 de abril: Día Internacional de la Madre Tierra
- 22 de mayo: Día Internacional de la Diversidad Biológica
- 5 de junio: Día Mundial del Medio Ambiente
- 17 de junio: Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía
- 16 de septiembre: Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono
- 13 de octubre: Día Internacional para la Reducción de los Desastres
Un artículo de:
Rebeca López.
Psicóloga y terapeuta familiar. Técnica del Programa Komtü.
Caminando con ojos de niño
Una muestra de poesía:
«Els bells camins es multipliquen allà on creieu que s’acaba la carretera»
J.V.Foix
«Caminante, no hay camino se hace camino al andar»
A. Machado
Una muestra científica y de salud:
Andar es un ejercicio saludable con el que fortalecemos mucha de nuestra musculatura. Además, segregamos endorfinas y serotonina, que están relacionadas con el estado de ánimo, las emociones y la sensación de satisfacción.
Una muestra para los sentidos:
El olor de la tierra mojada, del musgo, de los pinos
El paisaje
La palabra compartida
Los ruidos del bosque
El pisar firme que nos arraiga
De excursión con la familia…
Preparándola ya iniciamos el descubrimiento, podemos buscar un objetivo especial, un castillo, una cueva, un salto de agua, un árbol gigante y, así, la excursión tomará un aire de exploración y de aventura que nos animará a todos, sobre todo si hay niños.
Cuando empezamos a caminar, cada uno hace su proceso, el niño se mira los pies, y piensa: ¿podré llegar?, y se cansa y se habla, y se va conociendo a sí mismo, y esto la ayuda a crecer.
Después empieza el intercambio con el entorno.
La curiosidad infantil y su capacidad de observación le hace aprender a la velocidad del rayo.
Ve el entorno y conecta:
«He encontrado un palo chulísimo, lo pongo dentro de un agujero para ver si es muy hondo, veo una flor de muchos colores, quiero cruzar el río, ¡ay! ¡No he calculado bien y me he mojado los pies en el agua!, ¡Qué divertido, qué satisfacción sentir el pie mojado, salpico a mis hermanos, ah! ¿He oído un ruido, debe de ser un jabalí?» y se lo imagina saliendo de detrás de un arbusto porque ve la tierra removida. «Qué cola de hormigas tan grande…»
El niño sabe impregnarse de lo que la naturaleza le ofrece. Si le dejamos parar a hacer todo esto, puede ir experimentando lo que le apetece, disfruta y observa, se divierte y aprende.
Los adultos, acompañándolo, podemos disfrutar de este momento, sin correr para llegar, ya estamos, conectando con aquello que su mirada hacia la naturaleza nos ofrece.
El adolescente ya puede percibir la inmensidad y la belleza de la naturaleza, los olores, el aire limpio, haciendo que, contemplándola, sintamos una conexión especial con nuestra esencia, una conexión que va algo más allá de aquello que estamos viendo…
Continuamos adelante y aparece la riqueza de compartir pensamientos que caminan con nosotros.
Caminando con la familia, fortalecemos los vínculos porque, desde que empezamos la excursión, las experiencias nos acercan.
En el momento de descubrimiento, tanto los más pequeños como el resto, disfrutamos de la exploración: palos, piedras, juegos, piñas mordisqueadas por una ardilla, adivinando los nombres de lo que vemos, saltando, encontrando moras para comer, mirando hormigas con una lupa…, a cada paso descubrimos algo nuevo, a cada paso nos divertimos.
Podemos coger una brújula, aprender dónde tenemos el norte y a orientar el mapa será un aprendizaje divertido para los niños – aunque ya tengamos una aplicación que nos ubique.
Descubrimos, jugamos, adivinamos, nos divertimos, exploramos y, si miramos todo aquello que vayamos encontrando con la mirada curiosa y divertida del niño, nos lo pasamos mucho mejor.
A medida que caminamos, nuestros pensamientos van tomando un ritmo tranquilo y nuestro estado de ánimo mejora, la visión del paisaje y el verde lo favorece, junto con que segregamos endorfinas y serotonina. Nuestro pensamiento va siendo más positivo, más creativo y esto nos permite pensar en las cosas de una manera más relajada, nuestra mirada se amplía, se abre y nuestra energía es alta.
Cuando el ritmo de la aventura baja es un momento bonito para hablar de cualquier tema con los hijos/se. Caminando por la montaña podemos pensar y hablar con una serenidad que el entorno habitual no siempre nos facilita, reflexionamos conjuntamente de temas que nos interesen (en casa a menudo debatimos, pero reflexionar es un paso más y no siempre encontramos el espacio).
Momentos de conversaciones divertidas, intensas, trascendentes, gratificantes en familia que ponen las bases de la confianza y la complicidad.
La complicidad es aquel momento mágico en el que un niño te siente compañero de juego o de travesuras, o un adolescente siente que hay una conexión especial fugaz y que nos acerca a ellos. Les hacemos sentir nuestra complicidad cuando somos capaces de jugar a poner los pies dentro del agua, de ir a echar unas cestas de baloncesto cuando no tenemos ni idea o cuando vayamos a ver una película de superhéroes, aunque de entrada no nos interese. Cuando sienten que compartimos aquellas cosas que para ellos son importantes.
Con la complicidad reforzamos las bases de la confianza, aquello que todos los padres y madres queremos que nos tengan, para sentir que les hemos ofrecido un vínculo seguro donde puedan expresar lo que sienten y lo que les pasa.
En una caminata en familia todos estos elementos están presentes. Es un espacio rico, en el que disfrutar es el primer objetivo, pero donde conseguimos muchos otros.
Cuando los adultos podemos ir a la montaña con ojos de niño todo es más mágico y sorprendente.
Y llegamos a casa cansados, sucios, divertidos y algo más cerca.
Un artículo de:
Mireia Planells.
Terapeuta familiar y educadora social. Técnica del Programa Komtü.
Sé amoroso y el aprendizaje vendrá solo
En otras épocas de la historia de la educación, un título como el de este artículo habría creado una gran controversia o, quizás, se habría quedado en un rincón sin que nadie le hiciera caso.
Y, ¿por qué?
Pues porque, desde un prisma directivo, no se contemplaba ninguna otra manera de acompañar al niño en casa o en la escuela. Dichos populares como “la letra, con sangre entra” (uff… esta frase, da miedo solo leerla, imaginaos haberla vivido) nos dicen como entendíamos el aprendizaje como sociedad.
Por suerte, hemos dejado atrás este estilo educativo. A pesar de que hay partes del mundo y culturas que todavía lo mantienen e, incluso, me atrevería a decir que, en el mundo occidental, hay adultos del mundo educativo que tienen este patrón interiorizado, aunque no lo muestren abiertamente.
¿Qué tenemos que saber sobre el estilo educativo?
En ocasiones, debemos tener un estilo educativo directivo, sobre todo cuando una situación puede ser peligrosa. Por ejemplo, un niño de 5 años que atraviesa la calle corriendo, requeriría directividad por parte del adulto.
Pero, cuando tenemos este estilo educativo incorporado como patrón educativo, es cuando nos tenemos que plantear si es lo que el niño o niña necesita porque, probablemente, estará relacionado con nuestra necesidad de control, de respeto hacia el adulto. Y, aquí, nuestra historia familiar tiene un peso fundamental, de dónde venimos y cómo nos educaron. Es interesante pensar, reflexionar, para darnos cuenta cómo estamos en el aula o en casa.
L’evidencia
La neurociencia aplicada a la educación y a la psicología nos ha mostrado cómo funciona nuestro organismo, nuestro cerebro ante los estímulos externos. Hay muchos estudios, muchos expertos, que han evidenciado que, si somos adultos amorosos, el niño está más regulado neuronalmente.
¿Por qué?
Porque el organismo segrega hormonas, sobre todo oxitocina, que generan sensaciones de placer en el cuerpo y, por lo tanto, disminuyen las defensas y aumentan la apertura neuronal hacia la experiencia, hacia el aprendizaje.
Si nos mostramos poco amorosos, distantes, duros en la relación con el niño, estos expertos del cerebro nos han mostrado que el cortisol, otra hormona, es quien nos regula: su función es ponernos en alerta, hacer sentir al cuerpo que estamos ante un peligro.
No hay que centrarnos en los niños y niñas, piensa en tú mismo: ¿Qué nos pasa cuando nos sentimos ante una situación peligrosa? ¿Estamos igual de receptivos y abiertos al exterior, al entorno? ¿O bien nos ponemos en una posición interna de defensa?
Seguro que es más la segunda y, ahora, reflexiona en cómo te defiendes, habiendo el ataque, la fuga y el no saber qué hacer, como respuestas básicas del organismo.
Pues a los niños y niñas les pasa lo mismo, pero con el hándicap que son niños y están aprendiendo a regularse emocionalmente, y nuestra actuación puede tener mucho más impacto en ellos que en nosotros como adultos, ya que tenemos más mecanismos de regulación (a pesar de que algunos/as lo han perdido o dejado de lado).
¿Qué quiere decir ser un adulto amoroso?
A pesar de que para los niños es vital el contacto físico, ser un adulto amoroso no quiere decir estar todo el día abrazando. Quiere decir estar presente, atento a las necesidades del niño, escuchar de manera activa para saber cómo está y que necesita, sin hacer juicios. Si los miramos con amor, si estamos por ellos, estarán mucho más abiertos y receptivos.
Como punto final, te pido que reflexiones sobre cuál fue el estilo educativo que viviste con tu familia. Si te sentiste muy acompañado/da o si hubo poco amor (aquí podríamos profundizar en qué vivieron nuestros padres y madres para actuar así, pero es tema de otro artículo…). Dar un espacio nos ayudará a tomar conciencia de cómo fue, cómo nos hubiera gustado que nos hubieran tratado y qué es lo que proyectamos en la relación con el alumnado a este nivel.
Todos y todas tenemos una historia de vida que tenemos que aceptar, con momentos de todos los colores (nunca son todos blancos o negros, es imposible). Revisarla nos ayuda a actuar desde un lugar más neutro con los niños y niñas y que, a escala neuronal, estén más abiertos a la vida y a cualquier experiencia que se proponga desde el aula.
Abrimos todos los canales de nuestro organismo porque, como observó la neuróloga Rebeca Saxe, si damos amor, se activa la oxitocina en el otro, pero también en nosotros mismos/as (mira las manchas rojas de la imagen, no solo están en el niño). Y esto es apertura a la vida por ambas partes.
Parece fácil, ¿verdad? ¡Pues pongámoslo más en práctica!
Un artículo de:
Carles Bosch.
Psicólogo y terapeuta familiar. Técnico del Programa Komtü.
Cuando los tres años de proyecto quedan atrás...
El mes de mayo del 2019, iniciamos el proyecto Komtü en la escuela El Turó, de Montcada i Reixac. Ha sido la primera escuela donde se ha implementado el proyecto de acompañamiento emocional, teniendo la gran suerte de contar con unos profesionales, claustro, equipo de mediodía y PAS, agentes externos, así como las familias, con muchas ganas de cuidar y trabajar por el bienestar emocional de los niños y niñas del Turó.
Ha sido un reto para nosotros ir implementando por primera vez el programa, y la valoración que hacemos, por el feedback que nos han hecho profesionales y familias, así como los propios niños, es muy positiva. Han sido tres años donde se ha ido consolidando, a través de las acciones del programa (espacios formativos y de cuidado, dinámicas de aula, análisis de situaciones específicas de niños y niñas, espacios para compartir la crianza con las familias...), una mirada hacia el acompañamiento emocional de los niños cada vez de mayor calidad de la que ya había en un inicio.
Solo podemos decir que gracias a todos los esfuerzos que hemos hecho todos juntos, programa y escuela, para conseguir esta sinergia hacia el bienestar de los niños y niñas.
Durante los dos primeros años, el técnico del programa es quien lidera muchas de las acciones establecidas y es en el último año que vamos pasando el testigo al equipo impulsor, un pequeño equipo formado por miembros del claustro y de dirección, que será el que cogerá el relevo del proyecto cuando marchamos de la escuela.
A partir del cuarto año, uno/a técnico/a del proyecto seguirá estando en contacto con la escuela, ofreciendo apoyo para la continuidad de aquellas acciones que se consideran necesarias para mantener un acompañamiento de calidad con los niños y niñas, siendo el interlocutor y persona de apoyo con el equipo impulsor, quien liderará las acciones planteadas, con el consentimiento del equipo directivo.
Una de las acciones estrella del tercer curso es acompañar este equipo impulsor por parte de los técnicos del programa. El objetivo es empoderarlo, cuidarlo, hacerlo crecer sin prisas, sintiendo que tienen la capacidad para continuar con aquellas acciones que se tienen que mantener en la escuela para seguir trabajando el acompañamiento como hasta entonces. No se trata de formarlos, de que se conviertan en calcomanías de los técnicos Komtü, sino que sientan que tienen que estar observantes en el día a día de la escuela, para compartir con dirección aquellos aspectos que se tienen que trabajar, reflexionar en los espacios de grupo creados para tal fin.
Que hay situaciones de aula que hacen que la dinámica en el grupo esté enrarecida, que hay tensión en el claustro, que hay aspectos pedagógicos a revisar... Como se autodefinió uno de los miembros del equipo impulsor del Turó, somos como “Pepito Grillo”, que pone la mirada en aquellos aspectos que si no se hacen, la calidad en el acompañamiento emocional puede menguar. Es un gran apoyo a la dirección de la escuela y al equipo de coordinación, porque, sin pisar las responsabilidades de cada rol profesional, pueden ofrecer apoyo en aquellos aspectos que por ellos, son importantes prestar atención.
El curso 2022-23, la escuela El Turó empezará a caminar “sola”, pero estamos convencidos que será un camino firme, seguro, con la mirada puesta en el alumnado, como siempre han hecho, en su bienestar emocional, y como un buen acompañamiento a este nivel, repercute positivamente en el aprendizaje.
Seguiremos acompañando a la escuela desde la distancia. La experiencia de haberlo hecho presencialmente durante estos tres años nos permite asegurar que seguirán haciéndolo con calidad, estando próximos al Turó, pero sin que nos necesiten.
Los tres años quedan atrás.... pero la calidad en el acompañamiento continuará.
Un artículo de:
Psicólogo y terapeuta familiar. Técnico del Programa Komtü.
8 evidencias que relacionan el deporte con el bienestar emocional
Correr arriba y abajo, saltar por todas partes, nadar en la playa o ir en bicicleta largas tardes de verano. Seguramente, todos y todas tenemos recuerdos divertidos de la niñez relacionados con una, dos o quizás muchas de estas actividades y recordamos estos momentos como instantes de juego, de alegría, de gozo y bienestar en compañía de nuestras amistades.
Y a veces, a medida que nos hacemos adultos, algunas de estas actividades dan paso a los estudios, a las obligaciones laborales o, incluso, al tiempo de ocio mirando una serie en la infinidad de plataformas digitales. Y aquello que hemos escuchado a menudo de “hacer deporte mejora nuestra salud, no solo física sino también emocional”, lo dejamos para más adelante.
Para animarte a practicar deporte, y que la pereza no gane la partida, te compartimos 8 evidencias que relacionan el deporte con el bienestar emocional.
1. La práctica deportiva mejora nuestro estado de ánimo.
Está comprobado que llevar a cabo una actividad física regular, adecuada a nuestro estado de salud física, mejora la calidad de vida y la percepción de bienestar general. Y esto es por el hecho de que, con la actividad física, nuestro cuerpo genera cuatro hormonas que se conocen como «el cuarteto de la felicidad»: serotonina, endorfina, oxitocina y dopamina.
2. La serotonina mejora la autoestima y la confianza.
Mientras practicamos deporte, segregamos la hormona de la serotonina, que implica superar los retos que nos proponemos. Además, si el deporte se hace en compañía, supone formar parte de un grupo con quien nos identificamos.
3. Las endorfinas funcionan en el cerebro como un analgésico natural.
Al practicar deporte, generamos más cantidad de endorfinas, que posteriormente propician un estado de relajación, y nos ayudan a hacer frente a posibles situaciones que nos generen estados de estrés o de miedo.
4. La dopamina es el neurotransmisor del placer por excelencia.
Y pocas explicaciones más hacen falta si nos preguntamos: ¿quién no ha sentido placer después de pasárselo bien practicando aquel deporte que tanto le gusta? Y es que nuestro cerebro segrega dopamina cuando algo nos estimula o nos hace sentir bien.
5. La oxitocina equilibra los vínculos emocionales y afectivos.
No solo cuando damos un abrazo a nuestro hijo o hija o a alguien querido, segregamos la famosa oxitocina, sino que con la práctica deportiva compartida se establecen relaciones que favorecen la creación de esta hormona, que ayuda a equilibrar los vínculos emocionales y afectivos.
6. Hacer deporte mejora nuestra condición física general.
Aparte de todas estas explicaciones más de cariz neurobiológico, es indudable que hacer deporte mejora nuestra condición física general que, a la vez, disminuye la probabilidad de sufrir estrés, ansiedad y ayuda a prevenir otros tipos de desregulaciones en el estado de ánimo. Hay estudios que han demostrado una relación directa entre la práctica deportiva y la reducción en el consumo de fármacos.
7. El deporte fomenta la comunicación interpersonal y intrapersonal.
La comunicación intrapersonal es una comunicación con nosotros mismos/as. Y es que la práctica deportiva nos ayuda a conocernos mejor, a superar los retos que nos proponemos, a pensar en nuestras capacidades y habilidades y, de rebote, aumentar nuestra autoestima.
8. La práctica deportiva promueve las relaciones sociales.
La última evidencia es que hacer deporte nos rodea de personas que también lo practican, con hábitos saludables. Además, nos permite fomentar las relaciones sociales y acabar con un «tercer tiempo» rodeados de nuestras amistades.
Y tú, ¿lo dejas para mañana o empiezas hoy mismo?
Un artículo de:
Psicólogo y educador social. Técnico del Programa Komtü.
Referencias bibliográficas
Gómez-Zorita,S.,& Urdampilleta,A. (2013) Influencia de la dieta y la actividad físico-deportiva sobre el efecto de los fármacos. Facultad de Farmacia. Universidad del País Vasco (UPV-EHU)
León, F. J. G., Giménez, M. L., Bernalte, A., Dávila, J., & Cordeiro, J. A. Una aproximación desde la psicología de la salud. Grupo investigador en Psicología de la Salud. Universidad de Cádiz (UCA). Pai- 386-cts.
La importancia de la comunión interdisciplinar
Las escuelas tienen al niño, al alumnado, como objetivo final de su intervención educativa, tanto en la vertiente social (emocional, relacional…) como en la de aprendizaje. Como bien sabemos, para que haya un buen aprendizaje académico, se tiene que producir un buen acompañamiento emocional.
Si el niño/a tiene las necesidades vitales cubiertas (y sentirse querido, valorado, comprendido, es una necesidad vital), entonces está mucho más abierto a cualquier experiencia del entorno, al aprendizaje.
¿Qué profesionales intervienen en el aprendizaje?
Hay muchos profesionales que trabajan alrededor de un escolar. Nos encontramos a maestros, psicólogos/as, psicopedagogos/as, logopedas, trabajadores/as sociales, técnicos/as de integración social, monitores/as, educadores/as sociales, psiquiatras… (seguro que me dejo alguna categoría profesional, pido disculpas por adelantado, pero es que hay muchas).
Si queremos que el niño/a sienta que es el centro de nuestra tarea educativa, tenemos que conseguir que todas estas categorías profesionales no sean un sumatorio (multi-disciplinas), sino que se conviertan en un ente disciplinario más global, con conexión de todas las miradas profesionales (inter-disciplinas).
Por eso, es determinante desde qué posición me coloco con las otras profesiones, cómo me interrelaciono, para acompañar al máximo al niño/a, a través de la comunión desde todas las disciplinas.
La batalla de los “egos” profesionales
Muchas veces, nos encontramos con compañeros/as que tienen una mirada abierta hacia otras disciplinas, pero también nos hemos cruzado con otras personas que se muestran más cerradas, menos receptivas al que pueden aportar otras disciplinas.
Y aquí es donde aparecen los “egos” profesionales: la batalla entre saber qué necesita el niño, contra lo que cree u opina un/a otro/a profesional.
Tener la sensación de “yo sé qué le pasa a este niño/a, si hacemos lo que propongo, seguramente, estará mejor”, es normal. Este “ego” profesional denota claridad de ideas, seguridad hacia mi disciplina… Podemos decir que es saludable un pensamiento de este estilo.
Por otro lado, es posible que este “ego” acabe generando superioridad con otros compañeros/se, del estilo “yo sí que sé qué necesita. Tú estás errado”.
Es una frase contundente, pero que puede ser un pensamiento interno que nos acompañe y – lógicamente – genere una actitud defensiva hacia otros profesionales. Porque, aunque lo queramos disimular, un pensamiento de este estilo se acaba transmitiendo en la relación profesional, y ya no es tan beneficioso para el niño.
¿Cómo evitar la confrontación interdisciplinar?
¿Te has encontrado alguna vez con un/a compañero/a – es igual de qué disciplina – que siempre cree que tiene la respuesta correcta y siempre sabe qué necesita el alumno/a o su familia? ¿Y si te sales de su “visión”, si la cuestionas, entras en una dialéctica poco productiva?
Tratar con estos compañeros/as profesionales es más cansado que con el alumnado, el cual saldrá perjudicado, y no avanzará como lo podría hacer, porque la energía la ponemos más en nosotros, en nuestra lucha, que en el niño/a o la familia.
Y cuando pasa esto, cuando se da esta confrontación interdisciplinar, no dejamos nuestra posición profesional, sino que internamente nos enrocamos en nuestras ideas y las llevamos a cabo con más ímpetu que antes.
A menudo, en los encuentros con los claustros, les digo que, para estar en sintonía interna con nosotros mismos/se, es importante que nos escuchemos a nivel físico, emocional y cognitivo.
Poder observar cómo estoy en los tres niveles, tomar conciencia, me regularme y poder estar por el niño/a y por la clase de una forma más neutra.
De forma simbólica, les digo que den un paso atrás o que se levanten de la silla, dejando en ella esa sensación física, esa emoción, ese pensamiento que les “distrae” de la relación con el alumnado. Ponerlo fuera de mí, sentir que me distancio un momento, me permite internamente regularlo y estar por los otros desde un lugar más presente.
Así, con “el ego” profesional, con el pensamiento de “yo sé qué se tiene que hacer” podríamos hacer algo similar. Dejarlo fuera o en la silla, y relacionarme con los/las profesionales con la mente abierta, en beneficio del niño.
Solo desde una relación verdadera, sin trampas y con escucha activa, estaremos en disposición de legitimar el otro/a. Así, seguro que conseguimos un espacio de transformación, donde todas las disciplinas son bienvenidas.
De este modo, cada profesional, desde su especialidad, podrá aportar su visión, con el objetivo de sumar y no competir, y con el propósito de generar espacios comunes de unión y construcción.
Con un tono de humor, pero a la vez autorreflexivo, te invito a que contestes a la siguiente pregunta:
- Y tú, ¿qué posicionamiento ocupas: sumas o compites?
La respuesta: dejo que cadauno/a se conteste desde la sinceridad, a sabiendas de qué es lo que tenemos que hacer para poner al niño en el centro de nuestra actuación ?
Un artículo de:
Carles Bosch.
Psicólogo y terapeuta familiar. Técnico del Programa Komtü.
¿Cómo mejorar la alimentación y el aprendizaje de los niños?
Quizás te preguntarás: ¿qué hace un programa de acompañamiento emocional hablante sobre alimentación? Pues, ¡lo descubrimos!
La importancia de la alimentación
La alimentación es un proceso que nos acompaña a lo largo de la vida, a través del cual obtenemos los nutrientes que nos permiten cubrir los requerimientos de nuestro cuerpo, obtener bienestar y mantener nuestra salud en forma.
Un estudio, publicado en la Revista Europea de Epidemiología (1), observó los patrones alimentarios de más de 7.000 niños desde su nacimiento hasta los ocho años y concluyó que la comida que toman los niños afecta a la función cerebral a largo plazo.
El estudio muestra que los niños que toman una dieta rica en nutrientes, incluyendo gran cantidad de frutas y verduras, logran un coeficiente intelectual más alto que aquellos que consumen alimentos procesados, altos en grasas y azúcar.
¿Cómo afecta la alimentación a los niños?
El cerebro crece más rápidamente en los primeros años de vida, y continúa su desarrollo en la adolescencia. Por eso, es importante que los niños y niñas de todas las edades consuman una dieta rica en nutrientes que garantice su correcto crecimiento y desarrollo, tanto físico como intelectual.
De hecho, este camino se inicia durante la lactancia materna. Si las madres escogen una dieta rica en nutrientes, contribuyen al desarrollo cognitivo y a la salud en general.
Y es que los bebés alimentados con lactancia materna exclusiva durante al menos seis meses, presentan un coeficiente intelectual más alto que el resto. Una dieta que incluye una gran proporción de leche materna también está relacionada con un volumen cerebral más grande en la adolescencia. Esto es debido al DHA (ácido docosahexaenoico) que contiene la leche materna, puesto que el DHA es el principal componente de las membranas de las células cerebrales.
La leche materna no es solo una importante fuente de DHA, sino que proporciona otros nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral, y mejora el sistema inmune, el respiratorio y la salud en la infancia
Después de la introducción de alimentos sólidos, un mayor consumo de frutas y verduras se asocia con un coeficiente intelectual más alto y mejores habilidades de la memoria cuando los niños llegan a los 4 años. En los niños y niñas en edad escolar, la deficiencia de vitaminas y minerales, así como la ingesta de alimentos que hacen subir el colesterol (grasas saturadas, por ejemplo) están ligados a la disminución de la inteligencia y al bajo rendimiento académico.
La nutrición y la hidratación son fundamentales para el aprendizaje. Nuestros niños necesitan todos los componentes básicos de una buena nutrición: proteínas, carbohidratos y grasas. Si les proporcionamos los alimentos adecuados, estos impulsarán el cerebro. En cambio, los hidratos de carbono simples y los alimentos refinados causarán subidas de azúcar, carencia de atención y concentración.
Si pensamos en el acto de comer, ¿qué imagen te viene a la cabeza?
Seguramente, aparecen recuerdos con connotaciones sociales y afectivas. Comer puede ser un acto para disfrutar, puede ser un símbolo cultural y religioso, puede ser un momento para compartir y celebrar… Pero también puede ser un acto medioambiental y reivindicativo: la evidencia científica muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEH) dependen, en gran parte, de los procesos generados durante la obtención de los alimentos.
Para mitigar el cambio climático, cada uno de nosotros podemos contribuir a reducir las emisiones relacionadas con los alimentos, modificando los hábitos alimentarios. ¿Cómo?
Las recomendaciones para reducir las emisiones de GEH incluyen menos consumo de carne y productos lácteos, y más vegetales frescos de producción local, de venta de proximidad y de temporada.
Entonces, si reflexionamos sobre la educación de los niños, ¿qué tipo de ciudadano nos gustaría educar? ¿Uno que solo piense en comer aquello que le gusta, o uno que sea capaz de elegir aquello que será beneficioso para su organismo y para el planeta?
¿Cómo comen los niños, actualmente?
Los datos recogidos recientemente en encuestas de nuestro entorno (2) muestran que los niños hacen unas ingestas muy bajas de hortalizas, frutas y legumbres, y unas ingestas bajas de cereales integrales (pan, arroz, pasta, etc.).
En cambio, hacen una ingesta muy elevada de carnes y derivados, y también un excesivo consumo de productos ultraprocesados con un elevado contenido en sal, grasas no saludables y azúcares añadidos, así como una elevada utilización de envases y plásticos.
¿Por qué las autoridades sanitarias proponen disminuir los azúcares refinados?
Un exceso de azúcar refinado puede conducir a la resistencia a la insulina. Esto significa que el cuerpo no es capaz de utilizar la hormona insulina de manera eficiente para el transporte de azúcar o glucosa de la sangre a los tejidos.
La resistencia a la insulina puede producir un daño a las células cerebrales, puesto que el cerebro requiere grandes cantidades de glucosa para funcionar y, si hay esta resistencia, quedaría privado de nutrientes.
¿Cómo podemos evitarlo?
Para ayudar a equilibrar los niveles de azúcar en la sangre, en lugar de alimentos con azúcar o almidón procesados, podemos comer carbohidratos más complejos, como por ejemplo cereales integrales, verduras, legumbres y frutas.
Pero… ¿y qué son los “temidos ultraprocesados”? ¿Los podemos evitar?
Son formulaciones de varios ingredientes (normalmente más de 5), elaborados casi siempre a través de procesos industriales. Además de sal, azúcar, aceites y grasas, contienen sustancias y aditivos que, aunque son seguros, sirven únicamente para potenciar o modificar los gustos. Se acompañan de embalajes atractivos y sofisticados que llaman la atención de nuestros niños.
En esta categoría se incluyen bebidas carbonatadas, azucaradas y energéticas; aperitivos salados y azucarados; bollería, pastelería, galletas y cereales para el desayuno; grasas untables (margarinas), yogures de frutas y postres lácticos; platos precocinados y preparados alimentarios a base de quesos; y cárnicos procesados como, por ejemplo, salchichas, hamburguesas, embutidos, etc.
10 consejos para mejorar la alimentación y el aprendizaje de los niños
Para acabar, ¿cómo podemos mejorar la alimentación y, por lo tanto, el aprendizaje y desarrollo de los más pequeños?
1. Planifica la alimentación semanal.
Siguiendo horarios regulares en las comidas y evitando la improvisación.
2. Basa la alimentación de la familia en alimentos de origen vegetal.
Como, por ejemplo frutas, hortalizas, aceite de oliva, pan integral, pastas, legumbres, etc., y limita los alimentos de origen animal, seleccionando los bajos en grasas y poco procesados.
3. Sé su espejo: La familia es el principal referente, también para la alimentación.
Si tomas frutas y hortalizas variadas diariamente, tus hijos e hijas también acabarán haciéndolo. Aunque pueden rechazar algunas, ten paciencia y ofrécelas en diferentes ocasiones y con diferentes preparaciones porque las acepten. ¡Están en constante transformación!
4. Utiliza las hortalizas a la comida y a la cena como ingredientes principales o en guarniciones; y las frutas por almuerzo, a los postres o entre horas.
Cuantos más colores haya, mejor, puesto que cada color de los alimentos ofrece una amplia gama de vitaminas, minerales y fitonutrientes que nos ayudan a luchar contra el envejecimiento y las enfermedades crónicas, además de ser buenos para los sistemas cardiovasculares e inmunológicos.
5. Ofrece las frutas enteras en lugar de zumos o batidos.
Si elegimos zumos, naturales o comerciales, mejor no pasar de un vaso pequeño al día. Los efectos metabólicos de la fruta no son iguales ni equiparables a los que ejercen los azúcares de los zumos, puesto que se ingieren más rápidamente que la fruta sin exprimir. Tampoco estamos estimulando la masticación y eliminamos gran parte de la fibra. Hay datos que relacionan el consumo de zumos de fruta con riesgo de sufrir caries dental.
6. «No los compres, ¡que te los comerás!”.
Evita tener en casa alimentos ricos en azúcar, en grasas poco saludables o muy salados, como, por ejemplo, pastelería, bebidas azucaradas, néctares y otras bebidas a base de frutas, comer rápido, aperitivos fritos, etc. Procura tener siempre al alcance alimentos saludables como, por ejemplo, fruta, frutos secos, hortalizas (zanahorias, tomates cherry…).
7. Establece el agua como bebida habitual durante las comidas y a lo largo del día.
No la sustituyas por otras bebidas, como refrescos o zumos. Evita las “bebidas energéticas”, ya que tienen un alto contenido en cafeína (aportan más de 15 miligramos de esta sustancia por 100 mililitros de bebida). El Reglamento (UE) 1169/2011 obliga a incluir la siguiente mención en el etiquetado de bebidas con alto contenido en cafeína «Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en periodo de lactancia».
“Las bebidas energéticas con azúcares” pueden contribuir a exceder la ingesta diaria recomendada de azúcares simples (50 g en el día según la recomendación de la OMS), puesto que una lata de 250 ml aporta entre 27,5 g y 30 g. Un consumo excesivo de cafeína puede provocar efectos fisiológicos no deseados como, por ejemplo, la alteración del sueño, tanto en el tiempo de conciliación como en la duración; efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares. Estos efectos son comunes a otros alimentos que contengan cafeína: café, té, chocolate, guaraná, etcétera.
8. No utilices los alimentos como castigo o premio.
Intenta transmitir a los niños los valores positivos que aportan los alimentos: color, variedad, sabor, estacionalidad, sostenibilidad, etc.
9. Recupera las recetas tradicionales de la dieta mediterránea.
Especialmente las que incluyen legumbres, peces, frutos secos, huevos y hortalizas.
10. Haz que tus hijos e hijas participen en la compra, la planificación y la elaboración de las comidas.
De esta forma, aceptarán más fácilmente los alimentos y las recetas que cocináis en casa.
En conclusión, si cuidamos la alimentación de nuestros niños, estaremos favoreciendo su desarrollo cerebral y su capacidad de aprendizaje. Además, proporcionando alimentos saludables, contribuiremos a un crecimiento saludable, responsable y con un menor impacto ambiental.
Un artículo de:
Rebeca López.
Psicóloga y terapeuta familiar. Técnica del Programa Komtü.
Bibliografía
- (1) Lisa G. Smithers, Rebecca K. Golley, Murthy N. Mittinty, Laima Brazionis, Kate Northstone, Pauline Emmett, John W. Lynch. Los patrones dietéticos a los 6, 15 y 24 meses de edad se asocian con el coeficiente intelectual a los 8 años . Revista Europea de Epidemiología , 2012; 27 (7): 525 DOI: 10.1007/s10654-012-9715-5
- L’alimentació saludable en l’etapa escolar. Guia per a famílies i escoles. (gencat.cat)
- Alimentació saludable per a infants i joves. Agència de Salut Pública de Catalunya (ASPCAT) (gencat.cat)
- Departament de Salut. Generalitat de Catalunya. Enquesta de Salut de Catalunya (ESCA), 2017. Disponible a: http://salutweb.gencat.cat/ca/el_departament/estadistiques_sanitaries/enquestes/esca/
- (2) Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social. Encuesta Nacional de Alimentación en la Población Infantil y Adolescente (ENALIA), 2016. Disponible a: aecosan.msssi.gob.es/AECOSAN/web/seguridad_alimentaria/subdetalle/enalia.htm