Quizás te preguntarás: ¿qué hace un programa de acompañamiento emocional hablante sobre alimentación? Pues, ¡lo descubrimos!

La importancia de la alimentación

La alimentación es un proceso que nos acompaña a lo largo de la vida, a través del cual obtenemos los nutrientes que nos permiten cubrir los requerimientos de nuestro cuerpo, obtener bienestar y mantener nuestra salud en forma.

Un estudio, publicado en la Revista Europea de Epidemiología (1), observó los patrones alimentarios de más de 7.000 niños desde su nacimiento hasta los ocho años y concluyó que la comida que toman los niños afecta a la función cerebral a largo plazo.

El estudio muestra que los niños que toman una dieta rica en nutrientes, incluyendo gran cantidad de frutas y verduras, logran un coeficiente intelectual más alto que aquellos que consumen alimentos procesados, altos en grasas y azúcar.

 

¿Cómo afecta la alimentación a los niños?

El cerebro crece más rápidamente en los primeros años de vida, y continúa su desarrollo en la adolescencia. Por eso, es importante que los niños y niñas de todas las edades consuman una dieta rica en nutrientes que garantice su correcto crecimiento y desarrollo, tanto físico como intelectual.

De hecho, este camino se inicia durante la lactancia materna. Si las madres escogen una dieta rica en nutrientes, contribuyen al desarrollo cognitivo y a la salud en general.

Y es que los bebés alimentados con lactancia materna exclusiva durante al menos seis meses, presentan un coeficiente intelectual más alto que el resto. Una dieta que incluye una gran proporción de leche materna también está relacionada con un volumen cerebral más grande en la adolescencia. Esto es debido al DHA (ácido docosahexaenoico) que contiene la leche materna, puesto que el DHA es el principal componente de las membranas de las células cerebrales.

La leche materna no es solo una importante fuente de DHA, sino que proporciona otros nutrientes esenciales para el desarrollo cerebral, y mejora el sistema inmune, el respiratorio y la salud en la infancia

Después de la introducción de alimentos sólidos, un mayor consumo de frutas y verduras se asocia con un coeficiente intelectual más alto y mejores habilidades de la memoria cuando los niños llegan a los 4 años. En los niños y niñas en edad escolar, la deficiencia de vitaminas y minerales, así como la ingesta de alimentos que hacen subir el colesterol (grasas saturadas, por ejemplo) están ligados a la disminución de la inteligencia y al bajo rendimiento académico.

La nutrición y la hidratación son fundamentales para el aprendizaje. Nuestros niños necesitan todos los componentes básicos de una buena nutrición: proteínas, carbohidratos y grasas. Si les proporcionamos los alimentos adecuados, estos impulsarán el cerebro. En cambio, los hidratos de carbono simples y los alimentos refinados causarán subidas de azúcar, carencia de atención y concentración.

 

Si pensamos en el acto de comer, ¿qué imagen te viene a la cabeza?

Seguramente, aparecen recuerdos con connotaciones sociales y afectivas. Comer puede ser un acto para disfrutar, puede ser un símbolo cultural y religioso, puede ser un momento para compartir y celebrar… Pero también puede ser un acto medioambiental y reivindicativo: la evidencia científica muestra que las emisiones de gases de efecto invernadero (GEH) dependen, en gran parte, de los procesos generados durante la obtención de los alimentos.

Para mitigar el cambio climático, cada uno de nosotros podemos contribuir a reducir las emisiones relacionadas con los alimentos, modificando los hábitos alimentarios. ¿Cómo?

Las recomendaciones para reducir las emisiones de GEH incluyen menos consumo de carne y productos lácteos, y más vegetales frescos de producción local, de venta de proximidad y de temporada.

Entonces, si reflexionamos sobre la educación de los niños, ¿qué tipo de ciudadano nos gustaría educar? ¿Uno que solo piense en comer aquello que le gusta, o uno que sea capaz de elegir aquello que será beneficioso para su organismo y para el planeta?

¿Cómo comen los niños, actualmente?

Los datos recogidos recientemente en encuestas de nuestro entorno (2) muestran que los niños hacen unas ingestas muy bajas de hortalizas, frutas y legumbres, y unas ingestas bajas de cereales integrales (pan, arroz, pasta, etc.).

En cambio, hacen una ingesta muy elevada de carnes y derivados, y también un excesivo consumo de productos ultraprocesados con un elevado contenido en sal, grasas no saludables y azúcares añadidos, así como una elevada utilización de envases y plásticos.

 

¿Por qué las autoridades sanitarias proponen disminuir los azúcares refinados?

Un exceso de azúcar refinado puede conducir a la resistencia a la insulina. Esto significa que el cuerpo no es capaz de utilizar la hormona insulina de manera eficiente para el transporte de azúcar o glucosa de la sangre a los tejidos.

La resistencia a la insulina puede producir un daño a las células cerebrales, puesto que el cerebro requiere grandes cantidades de glucosa para funcionar y, si hay esta resistencia, quedaría privado de nutrientes.

¿Cómo podemos evitarlo?

Para ayudar a equilibrar los niveles de azúcar en la sangre, en lugar de alimentos con azúcar o almidón procesados, podemos comer carbohidratos más complejos, como por ejemplo cereales integrales, verduras, legumbres y frutas.

 

Pero… ¿y qué son los “temidos ultraprocesados”? ¿Los podemos evitar?

Son formulaciones de varios ingredientes (normalmente más de 5), elaborados casi siempre a través de procesos industriales. Además de sal, azúcar, aceites y grasas, contienen sustancias y aditivos que, aunque son seguros, sirven únicamente para potenciar o modificar los gustos. Se acompañan de embalajes atractivos y sofisticados que llaman la atención de nuestros niños.

En esta categoría se incluyen bebidas carbonatadas, azucaradas y energéticas; aperitivos salados y azucarados; bollería, pastelería, galletas y cereales para el desayuno; grasas untables (margarinas), yogures de frutas y postres lácticos; platos precocinados y preparados alimentarios a base de quesos; y cárnicos procesados como, por ejemplo, salchichas, hamburguesas, embutidos, etc.

10 consejos para mejorar la alimentación y el aprendizaje de los niños

Para acabar, ¿cómo podemos mejorar la alimentación y, por lo tanto, el aprendizaje y desarrollo de los más pequeños?

 

1. Planifica la alimentación semanal.

Siguiendo horarios regulares en las comidas y evitando la improvisación.

 

2. Basa la alimentación de la familia en alimentos de origen vegetal.

Como, por ejemplo frutas, hortalizas, aceite de oliva, pan integral, pastas, legumbres, etc., y limita los alimentos de origen animal, seleccionando los bajos en grasas y poco procesados.

 

3. Sé su espejo: La familia es el principal referente, también para la alimentación.

Si tomas frutas y hortalizas variadas diariamente, tus hijos e hijas también acabarán haciéndolo. Aunque pueden rechazar algunas, ten paciencia y ofrécelas en diferentes ocasiones y con diferentes preparaciones porque las acepten. ¡Están en constante transformación!

 

4. Utiliza las hortalizas a la comida y a la cena como ingredientes principales o en guarniciones; y las frutas por almuerzo, a los postres o entre horas.

Cuantos más colores haya, mejor, puesto que cada color de los alimentos ofrece una amplia gama de vitaminas, minerales y fitonutrientes que nos ayudan a luchar contra el envejecimiento y las enfermedades crónicas, además de ser buenos para los sistemas cardiovasculares e inmunológicos.

 

5. Ofrece las frutas enteras en lugar de zumos o batidos.

Si elegimos zumos, naturales o comerciales, mejor no pasar de un vaso pequeño al día. Los efectos metabólicos de la fruta no son iguales ni equiparables a los que ejercen los azúcares de los zumos, puesto que se ingieren más rápidamente que la fruta sin exprimir. Tampoco estamos estimulando la masticación y eliminamos gran parte de la fibra. Hay datos que relacionan el consumo de zumos de fruta con riesgo de sufrir caries dental.

 

6. «No los compres, ¡que te los comerás!”.

Evita tener en casa alimentos ricos en azúcar, en grasas poco saludables o muy salados, como, por ejemplo, pastelería, bebidas azucaradas, néctares y otras bebidas a base de frutas, comer rápido, aperitivos fritos, etc. Procura tener siempre al alcance alimentos saludables como, por ejemplo, fruta, frutos secos, hortalizas (zanahorias, tomates cherry…).

 

7. Establece el agua como bebida habitual durante las comidas y a lo largo del día.

No la sustituyas por otras bebidas, como refrescos o zumos. Evita las “bebidas energéticas”, ya que tienen un alto contenido en cafeína (aportan más de 15 miligramos de esta sustancia por 100 mililitros de bebida). El Reglamento (UE) 1169/2011 obliga a incluir la siguiente mención en el etiquetado de bebidas con alto contenido en cafeína «Contenido elevado de cafeína: No recomendado para niños ni mujeres embarazadas o en periodo de lactancia».

“Las bebidas energéticas con azúcares” pueden contribuir a exceder la ingesta diaria recomendada de azúcares simples (50 g en el día según la recomendación de la OMS), puesto que una lata de 250 ml aporta entre 27,5 g y 30 g. Un consumo excesivo de cafeína puede provocar efectos fisiológicos no deseados como, por ejemplo, la alteración del sueño, tanto en el tiempo de conciliación como en la duración; efectos psicológicos y alteración del comportamiento, así como trastornos cardiovasculares. Estos efectos son comunes a otros alimentos que contengan cafeína: café, té, chocolate, guaraná, etcétera.

 

8. No utilices los alimentos como castigo o premio.

Intenta transmitir a los niños los valores positivos que aportan los alimentos: color, variedad, sabor, estacionalidad, sostenibilidad, etc.

 

9. Recupera las recetas tradicionales de la dieta mediterránea.

Especialmente las que incluyen legumbres, peces, frutos secos, huevos y hortalizas.

 

10. Haz que tus hijos e hijas participen en la compra, la planificación y la elaboración de las comidas.

De esta forma, aceptarán más fácilmente los alimentos y las recetas que cocináis en casa.

En conclusión, si cuidamos la alimentación de nuestros niños, estaremos favoreciendo su desarrollo cerebral y su capacidad de aprendizaje. Además, proporcionando alimentos saludables, contribuiremos a un crecimiento saludable, responsable y con un menor impacto ambiental.

Un artículo de:

Rebeca López.
Psicóloga y terapeuta familiar. Técnica del Programa Komtü.

 

 

Bibliografía